Harry the Nazi. La foto publicada a toda página por el diario británico The Sun el 13 de enero de 2005 provoca un escándalo a la altura de sus circunstancias. Su protagonista, que en el momento de ser cazado por la cámara se encuentra en una fiesta de disfraces, viste un remedo de uniforme del Afrika Korps, la fuerza expedicionaria que la Alemania nazi envió al norte de África a combatir a los Aliados en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial.
El personaje fotografiado agrega a su disfraz un brazalete con la esvástica nazi que en la realidad no formaba parte de la guerrera del Afrika Korps. Se lo añadió él porque así lo quiso. El gesto no iría más allá de una actitud reprobable por lo que ese símbolo representa pero, viniendo de quien viene, la gravedad se multiplica por varios cientos. Harry el nazi era el príncipe Enrique de Inglaterra, entonces tercero en la línea de sucesión al trono del Reino Unido.
Cuando se captó esa fotografía, el príncipe Harry tenía 20 años, edad más que suficiente para comprender el significado de ese brazalete que lució sin pudor. Un miembro de la familia real británica ataviado con motivos nazis. Hecho noticioso claro. Portada de The Sun al canto. Y totalmente justificada.
No es tan justificable, en cambio, la portada que el mismo medio sacó a la luz hace dos días. El tabloide publicó en su primera página una imagen de 1933, en la que aparecen cuatro integrantes de la realeza británica. En primer término, la actual reina, Isabel II, que en esa fecha tenía siete años. La flanquean su madre, la entonces princesa Isabel (1900-2002), y su hermana Margarita (1930-2002). Tras las niñas, su tío, quien tres años después se ceñiría la corona como Eduardo VIII.
Madre e hija mayor alzan el brazo al uso nazi. Es evidente que una niña tan pequeña no podía ser consciente del gesto que su tío se aplicaba en enseñarle. Es también evidente que su madre sí lo era o estaba obligada a serlo, como dice este titular de The Times. Pero es aún más evidente que la progenitora de Isabel II plantó cara al nazismo quedándose junto a su marido, Jorge VI, en el Londres bombardeado incesantemente por los alemanes entre 1940 y 1945. Los reyes pudieron haberse refugiado en algún lugar seguro lejos del radio de acción de los Stukas y los Heinkel nazis. Por ejemplo en el castillo de Balmoral (Escocia), donde se filmaron las imágenes reveladas por el medio sensacionalista. Pero no lo hicieron.
En el editorial titulado Las imágenes que teníamos que publicar, The Sun se justifica en el "significado histórico" que les da "la participación del tío de la reina, Eduardo". Por supuesto que las imágenes tienen interés. Otra cosa es el trato que se les ha dado a esas imágenes.
The Sun miente al explicar la razón de su revelación. Las simpatías nazis de Eduardo VIII son de sobra conocidas desde hace décadas. Luego, en ese sentido, el tabloide no aporta nada nuevo. No se da el hecho noticioso que sí hubo con la portada de Harry el nazi.
En su editorial, The Sun se esfuerza en dejar claro que no busca perjudicar a la reina ni a su familia con frases como las siguientes: "Las fotografías deben verse en el contexto de 1933", "Isabel y Margarita eran niñas", "Nadie sabía entonces de qué sería capaz Adolf Hitler" y destaca que Isabel II aportó su grano de arena a la victoria contra los nazis "alistándose en 1942". Entonces, ¿por qué este titular con capcioso juego de palabras incluido?
"Heilnesses" es una deformación de la palabra inglesa highnesses, que significa altezas. Así, de "sus altezas reales" pasamos a incluir en la frase el término alemán heil, el utilizado al hacer el saludo nazi: heil Hitler. Si lo que The Sun buscaba era destacar la actitud del príncipe Eduardo, debió titular la exclusiva centrándose en él, no repartiendo las culpas entre todas las "heilnesses". Valdrían perfectamente titulares como Eduardo, el maestro nazi, El aleccionador nazi o cualquiera de ese estilo.
Lo que ha hecho The Sun, aparte de multiplicar sus ventas, es dar pie a que muchos de sus lectores pretendan extender las querencias filonazis del duque de Windsor a todos sus familiares cercanos. Y hacer eso, consciente o inconscientemente, es difamar a estos.
No hay nada negativo en el hecho de divulgar las imágenes. Lo malo ha sido su mensajero, un diario sensacionalista. Sin duda, un documental de televisión -y en el Reino Unido hay unos cuantos canales de calidad- habría explicado lo ocurrido en su contexto.
El personaje fotografiado agrega a su disfraz un brazalete con la esvástica nazi que en la realidad no formaba parte de la guerrera del Afrika Korps. Se lo añadió él porque así lo quiso. El gesto no iría más allá de una actitud reprobable por lo que ese símbolo representa pero, viniendo de quien viene, la gravedad se multiplica por varios cientos. Harry el nazi era el príncipe Enrique de Inglaterra, entonces tercero en la línea de sucesión al trono del Reino Unido.
Cuando se captó esa fotografía, el príncipe Harry tenía 20 años, edad más que suficiente para comprender el significado de ese brazalete que lució sin pudor. Un miembro de la familia real británica ataviado con motivos nazis. Hecho noticioso claro. Portada de The Sun al canto. Y totalmente justificada.
No es tan justificable, en cambio, la portada que el mismo medio sacó a la luz hace dos días. El tabloide publicó en su primera página una imagen de 1933, en la que aparecen cuatro integrantes de la realeza británica. En primer término, la actual reina, Isabel II, que en esa fecha tenía siete años. La flanquean su madre, la entonces princesa Isabel (1900-2002), y su hermana Margarita (1930-2002). Tras las niñas, su tío, quien tres años después se ceñiría la corona como Eduardo VIII.
Madre e hija mayor alzan el brazo al uso nazi. Es evidente que una niña tan pequeña no podía ser consciente del gesto que su tío se aplicaba en enseñarle. Es también evidente que su madre sí lo era o estaba obligada a serlo, como dice este titular de The Times. Pero es aún más evidente que la progenitora de Isabel II plantó cara al nazismo quedándose junto a su marido, Jorge VI, en el Londres bombardeado incesantemente por los alemanes entre 1940 y 1945. Los reyes pudieron haberse refugiado en algún lugar seguro lejos del radio de acción de los Stukas y los Heinkel nazis. Por ejemplo en el castillo de Balmoral (Escocia), donde se filmaron las imágenes reveladas por el medio sensacionalista. Pero no lo hicieron.
En el editorial titulado Las imágenes que teníamos que publicar, The Sun se justifica en el "significado histórico" que les da "la participación del tío de la reina, Eduardo". Por supuesto que las imágenes tienen interés. Otra cosa es el trato que se les ha dado a esas imágenes.
The Sun miente al explicar la razón de su revelación. Las simpatías nazis de Eduardo VIII son de sobra conocidas desde hace décadas. Luego, en ese sentido, el tabloide no aporta nada nuevo. No se da el hecho noticioso que sí hubo con la portada de Harry el nazi.
En su editorial, The Sun se esfuerza en dejar claro que no busca perjudicar a la reina ni a su familia con frases como las siguientes: "Las fotografías deben verse en el contexto de 1933", "Isabel y Margarita eran niñas", "Nadie sabía entonces de qué sería capaz Adolf Hitler" y destaca que Isabel II aportó su grano de arena a la victoria contra los nazis "alistándose en 1942". Entonces, ¿por qué este titular con capcioso juego de palabras incluido?
"Heilnesses" es una deformación de la palabra inglesa highnesses, que significa altezas. Así, de "sus altezas reales" pasamos a incluir en la frase el término alemán heil, el utilizado al hacer el saludo nazi: heil Hitler. Si lo que The Sun buscaba era destacar la actitud del príncipe Eduardo, debió titular la exclusiva centrándose en él, no repartiendo las culpas entre todas las "heilnesses". Valdrían perfectamente titulares como Eduardo, el maestro nazi, El aleccionador nazi o cualquiera de ese estilo.
Lo que ha hecho The Sun, aparte de multiplicar sus ventas, es dar pie a que muchos de sus lectores pretendan extender las querencias filonazis del duque de Windsor a todos sus familiares cercanos. Y hacer eso, consciente o inconscientemente, es difamar a estos.
No hay nada negativo en el hecho de divulgar las imágenes. Lo malo ha sido su mensajero, un diario sensacionalista. Sin duda, un documental de televisión -y en el Reino Unido hay unos cuantos canales de calidad- habría explicado lo ocurrido en su contexto.
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