En una entrada más o menos reciente observaba la relajación de las normas de ortografía con respecto a la acentuación de algunos nombres comunes, como ocurre con el término cartel, y comparaba esa permisividad con la exigencia de acentuar y españolizar al máximo la grafía de muchos nombres propios foráneos.
Es llamativa esa tendencia de la RAE a poner la tilde a unos topónimos extranjeros que no deberían preocuparnos tanto y a arrebatársela a palabras tan nuestras que quedaban estupendamente con ese tocado: Estaré sólo dos días en Roma. Iré con Pedro y la hermana de éste. Buscaremos escenarios para escribir el guión de una película. El protagonista de ésta será un truhán.
¿Por qué quitar el acento a las palabras destacadas en el párrafo anterior y escribir Mánchester y Ámsterdam cuando toda la vida fueron Manchester y Amsterdam? Y no hablemos del peculiar Róterdam, que siempre se aceptó como Rotterdam sin problemas.
Esta entrada no pretende corregir a nadie, sino preguntar por qué la misma regla aplicada a un nombre no sirve para otro de características similares. Por ejemplo, la acentuación de las esdrújulas. Mánchester y Ámsterdam lo son. También Washington, a la que, sin embargo, no se le cala una tilde sobre la a. ¿A qué se debe? ¿A que su grafía no es muy castellana? Tampoco lo es la de Shanghái, pero aquí sí se impone la norma de acentuar las palabras agudas finalizadas en vocal.
En cuanto a ese Róterdam tan español con la tilde y una t menos, otra duda: ¿por qué no se españoliza la inglesa Birmingham? Palabra esdrújula y con grafía muy diferente a la nuestra -la h después de la g-. Prácticamente es la misma situación de Rotterdam. Siguiendo la castellanización a ultranza que sí vale para la ciudad neerlandesa, habría que escribir Bírmingam. O incluso Bírmingan.
Vamos ahora con Zagreb, capital de Croacia y palabra llana. Las reglas de acentuación exigen tildar las llanas que no terminen en vocal, n o s. Por lo tanto, habría que escribir Zágreb, dado que así se pronuncia. Si la presencia o ausencia de la tilde es lo que decide cómo suena una palabra, Zagreb debería pronunciarse como Magreb.
Ámsterdam, Róterdam y Mánchester por un lado y Washington, Birmingham y Zagreb por otro. Siempre se supo cómo se pronunciaban por ser urbes sobradamente conocidas. Pero de esos seis ejemplos, las aclaraciones sólo se han estimado convenientes en los tres primeros casos. Tendría más sentido aclarar el sonido de nombres poco famosos -como puede ser el de Cúneo (Italia)- que lo que ya se sabe.
Londres, Burdeos, Turín, Florencia, Bruselas, Amberes, Ginebra, Colonia, Copenhague, Estocolmo, Varsovia, Praga, Viena, Belgrado... Son muchos los topónimos con traducción a nuestro idioma, términos plenamente españoles aunque aludan a lugares del exterior. Otros, simplemente, no la tienen. ¿Por qué ese intento desesperado de que parezcan españolas palabras que no lo son?
Sorprende que el celo por españolizar no haya tenido entre sus objetivos una ciudad con grafía tan ajena a lo castellano como la polaca Gdansk. Y eso que bastaría con eliminar la g inicial, pues de hecho tendemos a pronunciarlo Dansk. En la vecina República Checa se encuentra Brno, que se dice más o menos Breno, pero no parece haber noticias de una próxima naturalización. Por no hablar de la borrachera de consonantes de la República Srpska -una de las dos entidades que componen Bosnia y Herzegovina-, a la que al menos se podría añadir una e entre la s y la r para facilitar su lectura.
Hay un singular modelo de semiespañolización en el puerto francés de Le Havre, que ahora llamamos El Havre, traduciendo el artículo a nuestra lengua y respetando el nombre original. Es difícil de justificar esto último, teniendo en cuenta que en castellano no se forman sílabas con las consonantes vr-. ¿Qué tal El Habre? Tan mal como El Havre.
De una orilla atlántica a otra. Antes pasábamos momentáneamente por Washington, que no ha sido objeto de españolizaciones a la carta, aunque sí lo han sido otros lugares de Estados Unidos. Como Misisipi, río que da nombre a un estado al que también se le podaron un par de eses y una p. Dos consonantes gemelas que no molestan en Dallas, pese a que se pronuncia Dalas. Tampoco en Tennessee, para el que Ténesi sonaría a broma pesada.
Sin embargo, si cruzamos la frontera norte, veremos que la manga ancha con la consonante doble no beneficia a la capital de Canadá, antes Ottawa y ahora parece que Otawa, que para algunos con mando en plaza debe de tener una apariencia más española.
Y de ahí a otra antigua colonia británica, Australia, donde Sydney dejó de serlo, al menos para nosotros. El lugar de la primera y lo ocupa ahora una i acentuada. Curiosamente, esa y que no nos incomoda en la ciudad francesa de Lyon sí lo hace en el continente austral. ¿Por qué Sídney y no Lión? Quién sabe. Tal vez sea un privilegio del otro hemisferio, donde Melbourne podría dar paso a Melburne y Brisbane quizá acabe siendo Brísbein, ya que estamos.
En los libros de estilo de algunos periódicos tenemos un caso totalmente opuesto al asunto del día. No sólo no se quiere españolizar, sino que se lucha por cumplir escrupulosamente con su escritura original: São Paulo en lugar del sencillo de escribir Sao Paulo. Para quien esté interesado, el truco para colocar la virgulilla sobre la a está en pulsar antes de la vocal las teclas alt gr+4.
Como habrá observado el lector, nuestro viaje ha recorrido -con contadas excepciones- Europa y sus principales áreas de influencia lingüística, es decir, el continente americano y Australia. En la próxima entrada, continuaremos nuestra travesía por el globo terráqueo en África y Asia, e incluso visitaremos algún archipiélago de Oceanía.
Es llamativa esa tendencia de la RAE a poner la tilde a unos topónimos extranjeros que no deberían preocuparnos tanto y a arrebatársela a palabras tan nuestras que quedaban estupendamente con ese tocado: Estaré sólo dos días en Roma. Iré con Pedro y la hermana de éste. Buscaremos escenarios para escribir el guión de una película. El protagonista de ésta será un truhán.
¿Por qué quitar el acento a las palabras destacadas en el párrafo anterior y escribir Mánchester y Ámsterdam cuando toda la vida fueron Manchester y Amsterdam? Y no hablemos del peculiar Róterdam, que siempre se aceptó como Rotterdam sin problemas.
Esta entrada no pretende corregir a nadie, sino preguntar por qué la misma regla aplicada a un nombre no sirve para otro de características similares. Por ejemplo, la acentuación de las esdrújulas. Mánchester y Ámsterdam lo son. También Washington, a la que, sin embargo, no se le cala una tilde sobre la a. ¿A qué se debe? ¿A que su grafía no es muy castellana? Tampoco lo es la de Shanghái, pero aquí sí se impone la norma de acentuar las palabras agudas finalizadas en vocal.
En cuanto a ese Róterdam tan español con la tilde y una t menos, otra duda: ¿por qué no se españoliza la inglesa Birmingham? Palabra esdrújula y con grafía muy diferente a la nuestra -la h después de la g-. Prácticamente es la misma situación de Rotterdam. Siguiendo la castellanización a ultranza que sí vale para la ciudad neerlandesa, habría que escribir Bírmingam. O incluso Bírmingan.
Vamos ahora con Zagreb, capital de Croacia y palabra llana. Las reglas de acentuación exigen tildar las llanas que no terminen en vocal, n o s. Por lo tanto, habría que escribir Zágreb, dado que así se pronuncia. Si la presencia o ausencia de la tilde es lo que decide cómo suena una palabra, Zagreb debería pronunciarse como Magreb.
Ámsterdam, Róterdam y Mánchester por un lado y Washington, Birmingham y Zagreb por otro. Siempre se supo cómo se pronunciaban por ser urbes sobradamente conocidas. Pero de esos seis ejemplos, las aclaraciones sólo se han estimado convenientes en los tres primeros casos. Tendría más sentido aclarar el sonido de nombres poco famosos -como puede ser el de Cúneo (Italia)- que lo que ya se sabe.
Londres, Burdeos, Turín, Florencia, Bruselas, Amberes, Ginebra, Colonia, Copenhague, Estocolmo, Varsovia, Praga, Viena, Belgrado... Son muchos los topónimos con traducción a nuestro idioma, términos plenamente españoles aunque aludan a lugares del exterior. Otros, simplemente, no la tienen. ¿Por qué ese intento desesperado de que parezcan españolas palabras que no lo son?
Sorprende que el celo por españolizar no haya tenido entre sus objetivos una ciudad con grafía tan ajena a lo castellano como la polaca Gdansk. Y eso que bastaría con eliminar la g inicial, pues de hecho tendemos a pronunciarlo Dansk. En la vecina República Checa se encuentra Brno, que se dice más o menos Breno, pero no parece haber noticias de una próxima naturalización. Por no hablar de la borrachera de consonantes de la República Srpska -una de las dos entidades que componen Bosnia y Herzegovina-, a la que al menos se podría añadir una e entre la s y la r para facilitar su lectura.
Hay un singular modelo de semiespañolización en el puerto francés de Le Havre, que ahora llamamos El Havre, traduciendo el artículo a nuestra lengua y respetando el nombre original. Es difícil de justificar esto último, teniendo en cuenta que en castellano no se forman sílabas con las consonantes vr-. ¿Qué tal El Habre? Tan mal como El Havre.
De una orilla atlántica a otra. Antes pasábamos momentáneamente por Washington, que no ha sido objeto de españolizaciones a la carta, aunque sí lo han sido otros lugares de Estados Unidos. Como Misisipi, río que da nombre a un estado al que también se le podaron un par de eses y una p. Dos consonantes gemelas que no molestan en Dallas, pese a que se pronuncia Dalas. Tampoco en Tennessee, para el que Ténesi sonaría a broma pesada.
Sin embargo, si cruzamos la frontera norte, veremos que la manga ancha con la consonante doble no beneficia a la capital de Canadá, antes Ottawa y ahora parece que Otawa, que para algunos con mando en plaza debe de tener una apariencia más española.
Y de ahí a otra antigua colonia británica, Australia, donde Sydney dejó de serlo, al menos para nosotros. El lugar de la primera y lo ocupa ahora una i acentuada. Curiosamente, esa y que no nos incomoda en la ciudad francesa de Lyon sí lo hace en el continente austral. ¿Por qué Sídney y no Lión? Quién sabe. Tal vez sea un privilegio del otro hemisferio, donde Melbourne podría dar paso a Melburne y Brisbane quizá acabe siendo Brísbein, ya que estamos.
En los libros de estilo de algunos periódicos tenemos un caso totalmente opuesto al asunto del día. No sólo no se quiere españolizar, sino que se lucha por cumplir escrupulosamente con su escritura original: São Paulo en lugar del sencillo de escribir Sao Paulo. Para quien esté interesado, el truco para colocar la virgulilla sobre la a está en pulsar antes de la vocal las teclas alt gr+4.
Como habrá observado el lector, nuestro viaje ha recorrido -con contadas excepciones- Europa y sus principales áreas de influencia lingüística, es decir, el continente americano y Australia. En la próxima entrada, continuaremos nuestra travesía por el globo terráqueo en África y Asia, e incluso visitaremos algún archipiélago de Oceanía.
Un tema que me resulta interesante y que nunca tendrá solución clara. Como hay que ir caso por caso también dejo mis ideas sueltas sin estructura:
ResponderEliminar¿Shangay no estaría más españolizado con i griega? - Bérminjam molaría mucho - Gdansk y Brno son topónimos recientes, ya que hasta hace setenta años Danzig y Brünn eran las formas (alemanas) habituales, algo más digeribles - Los franceses llegaron primero al río que da nombre a Ottawa y le pusieron rivière des Outauais. Si hubiera sido Castilla te podrías haber esperado Otagua o Hutagua - No hay que olvidar a Popeye Esmit, de Guásinton, un personaje del cómic de Maki Navaja - La embajada española en Dublín está en un callejón sin salida que se llama tanto Sidney como Sydney Parade, creo que lo primero se ve más. De hecho un día vi "Sydney" sobreimpreso en la pantalla de la tele y me chocaba - Lyon fue León como Toulouse fue Tolosa y creo que las ciudades españolas homónimas han favorecido la forma francesa - Cuando trabajé en reservas de líneas aéreas no había argentino ni uruguayo que no dijera San Pablo para referirse a la gran urbe brasileña.
Como bien apuntas, nunca tendrá solución clara. Lo que vale para unos no vale para otros y no se dan razones claras que lo justifiquen. Shangay es sin duda más español por su terminación en 'y' (tenemos palabras como caray o noray), pero causaría alguna polémica con el drag queen Shangay Lily, jejejeje! Y habría que poner también 'Haway' (de esto hablaré en el siguiente post) y el horror 'samuray' (ahora es samurái en lugar de samurai).
EliminarNo sé si conoces este blog:
http://blog.lengua-e.com/2015/podcast-nombres-de-ciudades-extranjeras-en-espanol/
En esa entrada habla justo de lo contrario, es decir, de las ciudades extranjeras cuyos nombres traducidos al español han caído en desuso: Aquisgrán, Maguncia y Ratisbona han dado paso a los alemanes Agen, Mainz y Regensburg, por ejemplo. También critica los intentos de españolizar palabras como kamikaze, que quedaría sumamente ridícula como 'camicace'.
Muy bueno lo de Otagua. Suena a Veragua:
http://es.wikipedia.org/wiki/Veragua
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarBueno, en el caso de Gdańsk, se puede castellanizar a «Gedán», esa era la forma preferida en castellano antes de que se impusiera la forma polaca. Y para Tennessee existe la castellanización «Tenesí», la cual no es muy conocida, al igual que «Ilinés», lo que la mayoría conocemos como Illinois.
ResponderEliminar