Ayer charlaba con un compañero periodista sobre la precariedad de la profesión y el efecto contraproducente de los ERE -él prefirió llamarlos herpes- que tantos medios de comunicación han aplicado y seguirán aplicando. El resultado de la borrachera de despidos, como es consabido, está en un deterioro cada vez mayor de la calidad del trabajo realizado por quienes sobreviven en las redacciones: unos pocos tienen que hacer el trabajo que antes hacían unos cuantos.
¿Y qué ocurre cuando un redactor tiene que hacer en solitario el trabajo que correspondería a varios? Pues podría expresarse de muchas maneras, pero lo resumiremos en que esa persona hará todo deprisa y corriendo, es decir, sin el cuidado debido, es decir, mal. Como esto:
¿Y qué ocurre cuando un redactor tiene que hacer en solitario el trabajo que correspondería a varios? Pues podría expresarse de muchas maneras, pero lo resumiremos en que esa persona hará todo deprisa y corriendo, es decir, sin el cuidado debido, es decir, mal. Como esto:
Tanto titular como subtítulo están redactados correctamente y sin faltas de ortografía, pero en ese conjunto falta algo esencial. Algo que explique por qué el Eibar evitó el peor arranque de la historia de la Liga que nos cuenta el titular. Una vez más, un redactor no aprovecha el subtítulo -y no será por falta de espacio- para darle su función primordial: complementar lo dicho en el titular.
¿Por qué la Liga estaba en riesgo de vivir el peor arranque de su historia? Porque antes de que se jugase el último partido de la primera jornada, el mencionado Granada-Eibar (1-3), sólo se habían marcado ocho goles. Y esa cantidad es tremendamente escasa teniendo en cuenta que se habían disputado nueve partidos -una media de menos de un gol por encuentro-. Buenos datos para destacar en el subtítulo: El equipo vasco, primer líder de Primera tras su triunfo en Granada (1-3), maquilla una jornada en la que sólo se habían marcado ocho goles.
Siempre es mejor ver los titulares comparados:
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